
Queridos jóvenes de la hermandad del Santo Entierro.
La pasada Jornada Mundial de la
Juventud celebrada en Madrid, a la que algunos de vosotros pudisteis asistir,
manifestó de manera extraordinaria que muchos jóvenes tienen fe, es decir,
creen en Jesús y se sienten parte de la Iglesia. Baste recordar el momento tan
sobrecogedor de la adoración del Santísimo Sacramento. Ver a tantísimos jóvenes
de rodillas, a pesar del fango producido por la tormenta que previamente cayó,
ante el Señor expuesto en la magnífica custodia toledana fue un ejemplo de fe
viva para todos.
No obstante, la fe no sólo se
vive y manifiesta en momentos multitudinarios como éste. La fe es una constante
de la vida ordinaria que sostiene nuestra esperanza y acrecienta la caridad
para con Dios y nuestros hermanos. El hecho de tener fe es una gran suerte,
mejor aún, es vuestro mayor tesoro. Con fe la vida se ve de otra manera bien
distinta a como la ven otros mundanalmente, y con fe la vida va convirtiéndose
en eternidad puesto que se constituye en la clave de nuestra salvación.
La fe, en primer lugar, es la
confianza plena y obediente en Dios y en lo que nos ha revelado en su Hijo
Jesucristo. Pero la fe es ante todo un don de Dios, un regalo suyo que hemos de
rogarle constantemente nos lo conceda. La llama de la fe se encendió en vuestro
corazón cuando fuisteis bautizados. Desde entonces, vuestros padres, mayores y
catequistas han procurado que esa llama no se apague sino que se acreciente día
a día. Ciertamente que la fe también implica la respuesta libre por parte del
hombre a Dios. ¡Pedidle a Él que os conceda la inteligencia de la fe y que os
conceda la gracia de vivirla coherentemente!
La fe no es sólo creer en una
serie de verdades reveladas, que también, sino sobre todo creer en una persona,
establecer una relación profunda y confiada en la persona de Jesús de Nazaret,
el hijo de María que procede del Padre y se encarno de ella por obra del
Espíritu Santo para nuestra salvación. Tener fe no es sólo saberse de memoria el
credo o los mandamientos, es ante todo encontrarse y experimentar a Dios en la
vida, tratarlo como a un amigo, puesto que Él se hizo nuestro mejor amigo. La
fe como experiencia de encuentro vivo con Jesús implica por nuestra parte
facilitar que ésta nunca decaiga. Para esto es fundamental emplearse con más
intensidad en la oración, fundamentalmente de tres modos:
1. La oración personal, bien en casa o de camino al
instituto, pero sobre todo ante la Palabra de Dios y en el Sagrario.
2. La oración comunitaria, sea a través de vuestras
reuniones de grupo como en aquellos actos que la Parroquia o la Diócesis
organizan.
3. La oración de la Iglesia, fundamentalmente
cuando se reúne para celebrar los sacramentos, especialmente el de la
Eucaristía. Es en la Santa Misa donde nos descubrimos como comunidad de
creyentes y donde la parroquia se descubre tal cual es.
La fe también supone creer en
aquellas verdades recogidas, por ejemplo, en el credo. Éste es nuestra carta de
identidad cristiana. Para confesarme como cristiano he de saber y de vivir los
principios recogidos en el credo y que de una manera viva y comunitaria puedo
confesar en la Misa dominical. Evidentemente hace falta conocer lo que
significa, para lo cual es fundamental que os ayudéis de las catequesis y del Youcat.
¡Pedidle a Dios que os avive el
don de la fe y que seáis testigos auténticos del evangelio! Recibid la
bendición del Señor bajo la poderosa intercesión de su bendita Madre la Divina
Pastora.
Álvaro
Román Villalón. Director Espiritual
Publicado en la revista juvenil "Pingüinos"
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