Queridos hermanos y
hermanas:
Pocos documentos
pontificios han sido tan esperados por la opinión pública como la exhortación
apostólica Amoris Laetitia, en
la que el papa Francisco recoge los frutos de los dos últimos Sínodos sobre el
matrimonio y la familia. Fechada en la solemnidad de san José, a partir de la
palabra de Dios se reafirma en ella que “el matrimonio cristiano, reflejo de la unión entre Cristo y su
Iglesia, se realiza plenamente en la unión entre un varón y una mujer, que se
donan recíprocamente en un amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen
hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida, consagrados por el
sacramento que les confiere la gracia para constituirse en iglesia doméstica y
en fermento de vida nueva para la sociedad”.
Después de
describir en el capítulo segundo la situación actual de la familia y los
desafíos que la cercan, el Papa hace memoria en el capítulo tercero de la
doctrina de la Iglesia sobre la familia y la grandeza del sacramento del
matrimonio. En el capítulo cuarto escribe páginas bellísimas sobre las
características del amor esponsal y sobre la belleza de la caridad conyugal. El
capítulo quinto, tituladoAmor que se vuelve fecundo, está dedicado a la hermosura de la
vida familiar, mientras el sexto está dedicado a la atención pastoral a los
novios y el acompañamiento de los esposos en los primeros años en condiciones
normales y también en situaciones de crisis, angustias y dificultades o cuando
la muerte visita a la familia con la desaparición de uno de los esposos, un
hijo o un familiar muy querido.
Después de dedicar
el capítulo séptimo a la educación de los hijos, en el capítulo octavo, tituladoacompañar, discernir e integrar la fragilidad, la exhortación aborda el tema de las familias heridas, de
los que conviven antes del matrimonio y de las personas en dificultad, a
las cuales invita a no sentirse excluidas de la Iglesia, mientras que invita a
los obispos y sacerdotes a proponerles un camino de acercamiento a la
Iglesia que culmine en el sacramento del matrimonio. Advierte, no
obstante que hoy, más importante que una pastoral de los fracasos hemos de
esforzarnos para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas.
El capítulo octavo
ha hecho correr en estos días ríos de tinta. En él el Papa invita a la
misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden
plenamente al pensamiento de Jesús y a la doctrina de la Iglesia obre el
matrimonio y la familia. Habla de los casos de fragilidad y de
alejamiento del ideal cristiano, e invita a obispos y sacerdotes a “acompañar, discernir e
integrar” en la “lógica de la misericordia
pastoral” teniendo en cuenta la complejidad de las
situaciones en que las personas viven y sufren.
La exhortación
apostólica señala que muchas parejas conviven o eligen el matrimonio civil por
situaciones contingentes, como la falta de trabajo. El Papa pide transformar
estas situaciones de dificultad en una oportunidad, sobre
todo cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un
vínculo público y está cimentada en un afecto profundo y en la responsabilidad
por los hijos. Entonces el acompañamiento debe convertirse en “camino hacia la
plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio”.
Trata después el Papa de los divorciados vueltos a casar y dice
que pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, “que no han de ser
catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un
adecuado discernimiento personal y pastoral”. Propone después un camino de
acompañamiento y discernimiento de la mano de un sacerdote, para formar un
juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una
participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden
favorecerla y hacerla crecer. Tal discernimiento deberá hacerse teniendo en
cuenta las exigencias de la verdad y de la caridad. En este caso, los pastores
deberán “escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el
corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para
ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia”.
El Papa afirma que
los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben
integrarse en la comunidad cristiana evitando cualquier ocasión de escándalo,
pero sin que se sientan excomulgados y abriendo la posibilidad a algunos
servicios eclesiales. Tal integración debe facilitar la educación cristiana de
los hijos.
El Santo Padre reconoce que no existen “recetas sencillas” pues
las situaciones son muy diversas. No es posible, pues, una normativa canónica
general aplicable a todos los casos. Por otra parte, el grado de
responsabilidad no es siempre igual. Por ello, las consecuencias no deben ser
necesariamente las mismas.
Al hablar del
camino de acompañamiento y discernimiento, en diálogo profundo entre fieles y
pastores, el Papa aconseja que prime la lógica de la misericordia pastoral, sin
que esto signifique que la Iglesia renuncia a proponer el ideal pleno del
matrimonio y el proyecto de Dios en toda su grandeza, con plena fidelidad la
Evangelio, excluyendo la tibieza, el relativismo o la pusilanimidad.
Al mismo tiempo que
invito a sacerdotes y fieles a leer y estudiar este importante documento, a
todos os envío mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo
de Sevilla