En estos días que estamos viviendo, en que vemos lo pequeño que somos y estamos sometidos a la malignidad de un virus que ni se ve y tiene en vilo al mundo entero, nos acordamos con más frecuencia del Señor y de la Santísima Virgen. Y para “mirarla” a Ella, compartimos el célebre estribillo de esa página incomparable que San Bernardo de Claraval (1090-1153) dedicó hace ya más de diez siglos a la Virgen “Mira la Estrella, invoca a María”.
Foto: Jorge Hidalgo |
¡Oh! tú, quien quiera que seas, que te
sientes lejos de tierra firme,
arrastrado por las olas de este mundo,
en medio de las borrascas y tempestades,
si no quieres zozobrar, no quites los
ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se
levanta,
si el escollo de las tribulaciones se
interpone en tu camino,
mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones
del orgullo,
de la ambición, de la murmuración, de la
envidia,
mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos
impuros
sacuden la frágil embarcación de tu
alma,
levanta los ojos hacia María.
Si perturbado por el recuerdo de la
enormidad de tus crímenes,
confuso ante las torpezas de tu
conciencia,
aterrorizado por el miedo del Juicio,
comienzas a dejarte arrastrar por el
torbellino de tristeza,
a despeñarte en el abismo de la
desesperación, piensa en María.
Si se levantan las tempestades de tus
pasiones,
mira a la Estrella, invoca a María.
Si la sensualidad de tus sentidos quiere
hundir la barca de tu espíritu,
levanta los ojos de la fe, mira a la
Estrella, invoca a María.
Si el recuerdo de tus muchos pecados
quiere lanzarte al abismo de la desesperación,
lánzale una mirada a la Estrella del
cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el
camino.
Invocándola no te desesperarás.
Y guiado por Ella llegarás al Puerto Celestial.
Que su nombre nunca se aparte de tus
labios,
jamás abandone tu corazón;
y para alcanzar el socorro de su
intercesión,
no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás,
rezándole, no desesperarás,
pensando en Ella, evitarás todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás;
si Ella te protege, nada tendrás que
temer;
si Ella te conduce, no te cansarás;
si Ella te es favorable, alcanzarás el
fin.
Y así verificarás, por tu propia
experiencia,
con cuánta razón fue dicho:
“Y el nombre de la Virgen era María”.
Acude a ella de vez en cuando. Seguro
que sales confortado. Que la Santísima Virgen de los Dolores vele vuestro
descanso. ¡Buenas noches!
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