Foto: Carlota García |
Los que me conocen lo saben. Y es
que lo he dicho en más de una ocasión. Si hay una estación de penitencia en la
que disfruto plenamente, esa es la del Domingo de Ramos. Y con un cariño muy
especial conmemoramos este año el veinticinco aniversario de la Bendición de la
imagen del Santísimo Cristo de la Sagrada Entrada en Jerusalén, y seguro que
cuando este boletín llegue a tus manos, habrá tenido lugar la Solemne
Eucaristía de Acción de Gracias que nuestra Hermandad va a celebrar por este
motivo. Veinticinco años ya, quien lo diría, de aquel 19 de marzo, día de San
José, en el que don Alfredo bendijo la imagen del Señor. Ese día, escrito con
letras de oro, en el recuerdo de los hermanos más mayores, supuso el final de
un sueño… y el principio de una ilusión.
El final de un sueño, que, como tantas
cosas en este mundo de las cofradías, se empezó a gestar cuando varios hermanos
se encontraban alrededor de unas copas, apoyados en la barra de un bar. Un
sueño, que llenó de entusiasmo a los cofrades del Santo Entierro, que les hizo
remover cielo y tierra para conseguir incorporar a la Hermandad la estación de
penitencia del Domingo de Ramos, que les hizo embarcarse valientemente en una
costoso proyecto que cambiaría para siempre la Semana Santa de nuestro pueblo.
Y el principio de una ilusión,
porque desde aquel año 1988 el objetivo de ir engrandeciendo esta cofradía ha
sido una constante en la Hermandad, y sobre todo de nuestro Grupo Joven, cuya
vida reciente ha ido paralela a este proyecto, que han adquirido como suyo, y
en el que han puesto todo su empeño, consiguiendo que esta ilusión sea la que
se renueva cada año cuando por las puertas de San Roque sale el paso del Señor,
precedido de pequeños y blancos nazarenos que son el futuro de nuestra
Hermandad.
En estos veinticinco años, y sus
veintiséis salidas procesionales, porque ha salido a la calle todos los años,
hemos podido comprobar como aquel paso con sólo la imagen del Señor, se ha
convertido en un auténtico paso de misterio que año a año se ha ido completando
con las figuras secundarias, ampliándose la canastilla, y teniendo en proyecto
su dorado completo cuando los recursos lo permitan.
Y es que es un día para
disfrutar, y yo lo hago, sobre todo, porque, aparte de que se pueden contar con
los dedos de una mano los Domingos de Ramos que no he participado como
nazareno, desde hace unos años, por mi cercanía al paso como Fiscal (gracias
amigo Antonio por seguir confiando en mí) puedo apreciar la rebosante alegría
con que en ese día nuestro pueblo acoge el inicio de nuestra Semana Santa.
Un inicio, que comienza el día
antes, Sábado de Pasión, cuando los chavales del Grupo Joven empiezan a adornar
con palmas las calles San Roque y Sevilla, cuando acudimos en la tarde-noche a
San Roque para exornar con flores el paso, entre risas, dulces y anécdotas,
quedando algunas para nuestro eterno recuerdo, y si no, acordaos de la noche
del estreno de la palmera nueva.
Y seguir disfrutando ya en la
mañana del domingo, participando en la procesión de palmas, símbolo de nuestra
Fe, que ojalá vuelva a partir este año de conmemoración desde San Roque, y que
nos llevará a una Eucaristía celebrada en la Parroquia de Santa María Magdalena
con la participación de todas las Hermandades y grupo parroquiales. Y continuar
ya por la tarde, con la estación de penitencia en un Domingo de Ramos,
radiante, luminoso, de cielo azul celeste que se derrama entre los tejados de
nuestro pueblo. Es un día con una luz distinta, con una alegría especial, es
día de estrenos, de reencuentros, de paredes recién encaladas y de tejados limpios,
de pequeños nazarenos que se sienten mayores y de mayores que vuelven a
sentirse niños, es día de azahar en calle Victoria y de bulla en Veracruz, de
nazarenos dormidos, de balcones engalanados, de caramelos y pequeñas estampas,
de tacones altos y de faldas cortas, de flores rosas que empiezan a teñirse de
púrpura, de sones de una banda entregada, y… todo eso, no escapa a los sentidos
detrás de una antifaz.
Ya sólo quedan unos días. Se
acerca el momento. Y cuando nuestro querido Antoñete toque el llamador para
arriar el paso en la última chicotá, comenzará un nuevo año de ilusiones que
finalizará en otro inigualable Domingo de Ramos. Disfrutémoslo.
José
Francisco Matute Bonilla
Publicado en el Boletín Cuaresmal de la Hermandad
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