miércoles, 9 de diciembre de 2015

Con la misericordia del buen samaritano

«Abridme las puertas de la justicia». Con esta invocación, que marcó la apertura de la Puerta santa de la basílica vaticana, el Papa inauguró, el martes 8 de diciembre, el Jubileo extraordinario de la misericordia. Un rito antiguo, rico de símbolos, caracterizado por la imagen inédita de dos Pontífices, Francisco y su predecesor Benedicto XVI, que atravesaron el umbral uno después del otro y tras intercambiar un afectuoso abrazo en el atrio.

Foto: www.abc.es
Anteriormente, el Papa había celebrado la misa de la solemnidad de la Inmaculada en presencia de más de cincuenta mil fieles, que fueron llegando a la plaza de San Pedro desde la primeras horas de una mañana brumosa. Todo se desarrolló ordenadamente, gracias también a un imponente pero discreto sistema de seguridad.

En la homilía el Papa Francisco expresó el deseo de que al «cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano». Y de ese modo recordó las palabras de Pablo VI, pronunciadas hace cincuenta años en la conclusión del Vaticano II, destacando así la estrecha relación que une la histórica asamblea conciliar con este Año santo. Y cuando al mediodía el Pontífice se asomó desde la ventana del palacio apostólico para la oración del Ángelus, volvió a poner de relieve que «no se puede entender que un verdadero cristiano no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia». En efecto, comentó, «esa es la palabra-síntesis del Evangelio». Así, pues, pidió que lo acompañasen con la oración en la peregrinación de la tarde a los dos lugares símbolo de la devoción mariana en el centro de Roma: plaza de España, para el tradicional homenaje a la Inmaculada, y la basílica de Santa María la Mayor, para encomendar a la Salus populi romani «a la Iglesia y a toda la humanidad». Y precisamente mientras que el Papa concluía por la tarde su itinerario siguiendo las huellas de la Virgen, iniciaba en la plaza de San Pedro la oración del rosario, que diariamente se recita durante todo el Jubileo a los pies de la estatua del Príncipe de los apóstoles. Al término, la sugestiva representación «Fiat lux: Illuminating our common home», durante la cual, sobre la fachada y sobre la cúpula de la basílica, se proyectaron imágenes inspiradas en la misericordia, la humanidad y la naturaleza.

Y la plaza volvió a ser meta de los peregrinos también al día siguiente, cuando el Papa Francisco, durante la habitual audiencia general del miércoles, habló una vez más del Jubileo, para explicar los porqué de su decisión de convocar un Año santo de la misericordia. Se trata, dijo al respecto, de «un momento privilegiado para que la Iglesia aprenda a elegir únicamente “lo que a Dios más le gusta”». Y, se preguntó, «¿qué es lo que “a Dios más le gusta”?». La respuesta es precisamente «perdonar a sus hijos, tener misericordia con ellos, a fin de que ellos puedan a su vez perdonar a los hermanos, resplandeciendo como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo».



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