El Papa Francisco pidió el pasado martes en Roma a nueve mil monaguillos procedentes
de varios países que el servicio al altar se convierta “en una oportunidad para
abrirse a los demás, para caminar juntos, para marcarse metas comprometidas y
encontrar la fuerza para alcanzarlas”.
Foto: Petrik Bohumil (ACI Prensa) |
Los miles de acólitos llegaron a Roma con motivo de la Peregrinación
Internacional que realizan cada año, en este caso con el lema “¡Aquí estoy,
mándame!”. La mayoría de ellos era de países como Alemania, Austria, Francia,
Portugal o Hungría.
El Pontífice presidió el rezo de vísperas y dirigió a los jóvenes unas
palabras en la que es su primera intervención pública –sin tener en cuenta los
ángelus de los domingos– en medio de las vacaciones estivales.
Francisco remarcó la invitación “a no permanecer cerrados en nosotros
mismos, custodiando nuestra fe en un depósito subterráneo en el que nos
retiramos en los momentos difíciles”.
Por eso, “si no ponemos resistencia a su
acción, él tocará nuestros labios con la llama de su amor misericordioso, como
lo hizo con el profeta Isaías, y esto nos hará aptos para acogerlo y llevarlo a
nuestros hermanos”.
Es más, existe una llamada a “compartir la alegría de reconocerse
elegidos y salvados por la misericordia de Dios, a ser testigos de que la fe es
capaz de dar un nuevo rumbo a nuestros pasos, que ella nos hace libres y
fuertes para estar disponibles y aptos para la misión”.
La fe “nos hace salir de nosotros mismos, de nuestro aislamiento” y “nos
mueve hacia los demás, convirtiéndonos naturalmente en misioneros”, dijo el
Santo Padre.
Dirigiéndose en concreto a los monaguillos, manifestó que “cuanto más
cerca estéis del altar, tanto más os recordaréis de dialogar con Jesús en la
oración cotidiana, más os alimentaréis de la Palabra y del Cuerpo del Señor y
seréis más capaces de ir hacia el prójimo llevándole el don que habéis
recibido, dándole a su vez con entusiasmo la alegría que se os ha dado”.
El Papa afirmó que “la fe nos hace salir de nosotros mismos” y “nos
mueve hacia los demás, convirtiéndonos naturalmente en misioneros”.
Por otro lado, el Pontífice destacó que la
Eucaristía “es fuente de verdadera alegría reconocerse pequeño y débil, pero
saber que, con la ayuda de Jesús, podemos ser revestidos de fuerza y emprender
un gran viaje en la vida a su lado”.
Como suele ser habitual, Francisco comentó las lecturas proclamadas en
la celebración, y dijo que “también el profeta Isaías descubre esta verdad”:
que “Dios purifica sus intenciones, perdona sus pecados, sana su corazón y lo
hace idóneo para llevar a cabo una tarea importante, la de llevar al pueblo la
palabra de Dios, convirtiéndose en un instrumento de la presencia y de la
misericordia divina”.
En este sentido, “Isaías descubre con asombro que Dios es quien da el
primer paso, el primero en acercarse”.
“Hoy, vosotros sois más afortunados que el Profeta Isaías”, les dijo
entonces el Obispo de Roma. “En la Eucaristía y en los demás sacramentos experimentáis la íntima cercanía de
Jesús, la dulzura y la eficacia de su presencia. No encontráis a Jesús en un
inalcanzable trono alto y elevado, sino en el pan y el vino eucarísticos, y su
palabra no hace vibrar las paredes, sino las fibras del corazón”.
Fuente: ACI Prensa
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