A través de la presente entrada, traemos al blog de la Hermandad una interesantísima información acerca del Beato Juan de Prado -una de las figuras más importantes de la Orden Franciscana en Andalucía- así como del Convento de San Roque de Arahal -hoy sede canónica de nuestra Hermandad- donde residió los últimos años de su vida.
La información que en esta entrada se publica, ha sido extraída íntegramente del blog de don José Mª Jiménez "De un olivo a otro", una página dedicada a temas de nuestra localidad en la que predominan el apunte histórico, artístico y costumbrista, buscando los aspectos menos conocidos de Arahal. A través del siguiente enlace, pueden acceder a la página original:
El hermano Juan de Arahal al que se refiere esta entrada es el Beato Juan de Prado (1563-1631) (1), franciscano descalzo que residió en el pueblo los últimos años de su vida y una de las figuras más importantes de la Orden en Andalucía. Lo encontramos desempeñando el cargo de guardián en el convento de San Roque en la primera mitad del siglo XVII y aquí estuvo hasta que partió para refundar la misión de Marruecos, donde murió martirizado. Su vida y milagros están relatados en un libro escrito por otro fraile, Fray Francisco de San Buenaventura, titulado Sol de Marruecos (2). El autor justifica el título de su libro: “…llamo a mi Santo Mártir, Sol de Marruecos, y con este renombre intitulo esta obra …fue mi Santo Mártir luciente Sol, que con su glorioso martirio dio grande honra…”
Este franciscano leonés, guardián del convento de Arahal (3), es hoy recordado principalmente por su martirio, pero tuvo en su vida monacal una importante actividad como provincial en Andalucía, volcada en la predicación popular, la formación de religiosos y el gobierno de la Orden.
Sus cualidades y sus virtudes le habían ganado la confianza de los superiores de la Orden, que le confiaron cargos de responsabilidad: maestro de novicios, varias veces guardián de diferentes conventos, dos veces definidor o consejero del Provincial. Cuando el año 1620 la Provincia de San Gabriel se dividió en dos, fue nombrado primer Ministro de la recién formada con el título de San Diego en Andalucía. La gobernó hasta 1623, deseando ser misionero en tierras lejanas. Ya liberado de cargos de responsabilidad, quiso ir a la Isla de Guadalupe para evangelizar a los nativos; hizo las oportunas gestiones, y consiguió tanto la autorización civil como la eclesiástica, pero las múltiples complicaciones surgidas, ajenas a su voluntad, frustraron el proyecto. Luego fue informado del abandono religioso de los cautivos cristianos en Marrakech. Esto impresionó a Juan de Prado y allí marchó para encontrar la muerte en 1631.
La imagen característica del Beato Juan de Prado en la iconografía cristiana: se muestra con la cabeza herida por el alfanje del martirio, al negarse a abjurar de su fe.
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En el libro Sol de Marruecos de Fray Francisco de San Buenaventura, aparece Arahal citado numerosas veces, en relación al Beato Juan de Prado y su presencia en el convento de San Roque. De forma indirecta, vislumbramos personajes y apellidos de un Arahal del siglo XVII, imposibles de encontrar de otra forma. Refleja la importancia del monasterio de San Roque en el transcurrir cotidiano del pueblo.
En las siguientes imágenes hay una selección de diversos capítulos del libro, en los que aparece Arahal:
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El aposento iluminado (Capítulo V, pag. 99)
“…lo que le sucedió al venerable Padre siendo Guardián del Arahal. Llamáronle para que confesase a un enfermo, a quien por estar muy apretado habían mandado los médicos dieran los sacramentos… en el aposento o sala; estaba ésta muy oscura, o bien por defecto de la obra o ya que para esta función la hubiesen así dispuesto… fue tanto el incendio de amor que ardió su corazón, que salió el fuego al rostro, inflamole todo y empezó a despedir tanta luz que ilustro e iluminó todo el aposento.”
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Visita de Doña Juana Ibáñez (Capítulo XV, página 164)
“Siendo el siervo de Dios Presidente in capite del Convento de la Villa del Arahal, le fue a visitar al convento el 19 de mayo en la tarde Doña Juana Ibáñez, mujer de Don Pedro de Ugalde, Oidor del Real Consejo de Hacienda y Contador de Resultas de su Majestad, Administrador General de las Alcabalas Reales, y Síndico del dicho convento. Estuvo esta noble señora (que entonces se hallaba preñada) la mayor parte de la tarde con el venerable Padre, y al despedirse le dijo: “Padre Guardián, yo le suplico a vuestra Paternidad se sirva encomendarme a Dios, y pedirle me dé feliz suceso en mi parto, porque ya me hallo fuera de cuenta”. Oyó su justa petición el siervo de Dios y poniéndole las manos sobre el vientre, le dijo: “Señora Síndica, vayase a su casa y tenga mucha fé en nuestro Señor, que mañana por la madrugada ha de parir un hijo, y le ha de poner por nombre Bernardino, por ser día de nuestro San Bernardino; y este niño ha de ser religioso en esta Provincia de San Diego”. Todo se cumplió como lo dijo…”
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Una devota y virtuosa mujer de Arahal (Capítulo XVI, página 176)
“Era el venerable padre Guardián del Convento del Arahal, en cuya Iglesia se hallaba una mañana una devota y y virtuosa mujer, la que mirando hacia la puerta de la iglesia, vio al siervo de Dios que estaba en medio de dos hombres, que adornaban su cabeza dos lirios muy hermosos, uno a cada lado. Miró una y muchas veces, y reparó con más atención, temiendo no fuese engaño de la vista…”
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Doña Beatriz Garabito, mujer de Miguel Gerónimo, vecino de la Villa del Arahal (Capítulo I, página 391)
“Doña Beatriz Garabito, mujer de Miguel Gerónimo, vecino de la Villa del Arahal, enfermó de una erisipela, que la puso, según la común opinión, en el artículo de la muerte. Era Guardián el venerable Padre, y la fue a visitar por ser persona bienhechora del Convento. Entrando en la casa de la enferma, la halló toda alborotada, porque el manifiesto peligro los tenía a todos en grande aflicción y congoja… (el Beato Juan de Prado) llegándose a la enferma, le dijo con gran ternura: Hermana, mucho llora toda esta familia porque siente mucho su muerte; ¿quiere que le pidamos a Dios que le dé vida y salud?”
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La Beata Garabita de Arahal (Capítulo II, página 400)
“Había en la Villa de Arahal una virtuosa mujer llamada Doña María Garabito… llamada comúnmente en aquella Villa la Beata Garabita. Fue en su mocedad algo vana y divertida, juntando a la mucha hermosura, que sabía ella que tenía, el profano adorno de las galas. Llegó a su corazón la luz del desengaño y, conociendo que aquel camino por donde caminaba, celebrada y aplaudida, la llevaba a la perdición, lo dejó y tomo el del abatimiento y desprecio, trocando por ásperos y penitentes sacos lo delicado y profano de sus ropas. Esta devota mujer fue hija de confesión del venerable Padre el tiempo que vivió en el Convento de dicha Villa del Arahal. Después que llegó la noticia del glorioso Martirio del siervo de Dios, se la participaron los religiosos, aquella devota mujer respondió que ya lo sabía, porque se le había aparecido glorioso y le había dicho que volaba al cielo, después de haber dado la vida por Cristo…”
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El Administrador de las Alcabalas Reales de Arahal (Capítulo III, página 411)
“Era en este tiempo en dicha Villa (del Arahal) Administrador de las Alcabalas Reales Don Juan de Olea y Alarcón… Llegó la noticia del glorioso Martirio (del Beato Juan de Prado); participola el Guardián al Administrador y díjole como tenía una carta del siervo de Dios, que estimaba en mucho, como reliquia de tan ilustre Mártir. Estaba en esta ocasión la esposa del dicho Don Juan de Olea, que se llamaba Doña Catalina, muy enferma de un pecho, de que mucho tiempo la habían curado los médicos, y no había tenido con sus medicinas alguna mejoría. Suplicole el Administrador al Guardián le diese la carta para aplicarla al pecho, porque esperaba que habían de alcanzar los méritos del venerable Padre lo que no habían conseguido los médicos con tantas medicinas. Dióle el Guardián la carta, llevola a su mujer, la cual con mucha fé se la puso sobre el pecho, pidiendo a Dios salud por los méritos de su glorioso Martirio y desde aquella hora comenzó a mejorar, y consiguió en breve la salud…”
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Los franciscanos descalzos en Arahal
La Orden Franciscana dividía su asentamiento español en territorios provinciales. El monasterio de Arahal pertenecía a la llamada Provincia de San Diego en Andalucía, que tuvo sus inicios en un convento de Sevilla en el siglo XVI. Éste sirvió como epicentro de la expansión descalza por casi todo lo que conocemos hoy como territorio andaluz. La de San Diego en Andalucía comprendía las provincias de Sevilla, Córdoba, Jaén, Málaga y Cádiz. Se prolongaba y relacionaba con el norte de Africa, partiendo desde ella las misiones hacia Marruecos. Arriba se puede ver en un mapa la Provincia de San Diego ocupando casi toda Andalucía, con el monasterio de Arahal en el centro.
La Provincia de San Diego tenía en el siglo XVIII 12 conventos, con 370 religiosos. El convento de San Roque de Arahal fue fundado en 1624 por estos franciscanos descalzos, llamados dieguinos por el nombre de su provincia, y clausurado con la desamortización. Estaba situado en las afueras del pueblo, asentado sobre una ermita dedicada al patrón de los animales, a la que acudían fieles y peregrinos a pedir sus favores. Los franciscanos la hicieron suya y adosaron un edificio conventual para residencia de la Orden, siendo uno de los enclaves más antiguos de la ciudad.
Lo que queda del esplendor del convento en el siglo XVII y XVIII es poco. En la Sala Capitular de la iglesia de San Roque se puede ver una pintura mural, un curioso Árbol de la Vida, cuya iconografía ha estudiado A. Bernat Vistarini (4).
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De la actividad del convento de San Roque en el siglo XVII, se pueden encontrar testimonios, como el de la nota de arriba. Se refiere a uno de los franciscanos descalzos, Fray Alonso Bommas, natural de Arahal, predicador, es uno de los eclesiásticos que se embarca para evangelizar en América. (En la obra de A. Ybot León, La Iglesia y los eclesiásticos españoles en la empresa de Indias).
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Otro ejemplo. A finales del siglo XVIII, en una Gaceta de Madrid de octubre de 1793, aparece una oferta a S. M. Carlos IV por parte del Guardián del Convento de San Roque. Ofrece sus oraciones y una misa cantada los sábados para que triunfe el ejército español en la Guerra del Rosellón con Francia. Era el año de 1793, en que había sido guillotinado Luis XVI en plena Revolución Francesa. Este ofrecimiento del franciscano de San Roque indica un monasterio próspero y atento a la marcha del mundo.
Con la llegada del siglo XIX todo iba a cambiar. Los Franciscanos de San Roque, igual que ocurrió con los Mínimos de la Victoria, padecieron la supresión de las órdenes religiosas, siendo expulsados de su propia casa. Una vez aplicada la ley de exclaustración, los Franciscanos de San Roque tuvieron que abandonar Arahal en 1837.
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Notas
1.- Juan de Prado nació en 1563 en el pueblo leonés de Morgovejo, imbuido de una fuerte vocación religiosa que le hizo ordenarse sacerdote en plena juventud. Estudió en Salamanca hasta que, a la edad de 21 años, vistió el hábito de san Francisco en el convento de Rocamador (Badajoz). Sus cualidades y sus virtudes le ganaron la confianza de los superiores de la Orden, que le confiaron cargos de responsabilidad: maestro de novicios, varias veces guardián de diferentes conventos, entre ellos el de Arahal. Quiso ir a la Isla de Guadalupe para evangelizar a los nativos, pero no pudo hacerlo por diversas complicaciones.
Más adelante, el Beato Juan de Prado, ya entrado en años, partió a Marruecos en 1630 de la ciudad de Cádiz, de cuyo convento de Nuestra Señora de los Ángeles era entonces guardián, con dos compañeros, Fr. Matías de San Francisco, sacerdote, y Fr. Ginés de Ocaña, hermano lego. Tras un viaje accidentado, llegó a la costa atlántica de Marruecos, a unos 90 Km. al sur de Casablanca. Allí sufriría martirio el año 1631. Con la mediación del duque de Medina Sidonia, los restos del beato Juan se trajeron a España. Fray Juan fue beatificado por el papa Benedicto XIII el 24 de mayo de 1728.
En Morgovejo, León, existe una ermita dedicada al Beato Juan de Prado. Es el patrono de los misioneros franciscanos en Marruecos. Era descendiente de los Marqueses de Prado cuya casa solariega estaba en el cercano pueblo de Taranilla.
En la imagen de arriba, “Martirio del Beato Juan de Prado”, un óleo de finales del siglo XVIII, en el que se muestra el suplicio que padeció en Marruecos por no abjurar de su fe: tras ser herido por un alfanje en la cabeza, fue asaeteado y echado, aún vivo, a la hoguera.
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2.- El título completo del libro es “Sol de Marruecos, el Venerable Padre Fray Juan de Prado, primer provincial de la santa provincia de S. Diego de Franciscanos Descalzos de la Andalucia : cuya vida admirable, heróicas virtudes y glorioso martyrio panegiriza el Padre Fray Francisco de S. Buenaventura…” Fue editado en Sevilla en 1691.
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3.- Guardián, superior de un convento franciscano que es nombrado por una reunión del Ministro provincial con su Definitorio después de un Capítulo provincial, de una Congregación intermedia o en una reunión especial si el cargo quedara vacante entre capítulos. Su mandato dura tres años y puede ser reelegido para otro trienio. El Beato Juan de Prado fue Guardián en diversos monasterios de Andalucía, además del de Arahal.
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4.- Antonio Bernat Vistarini.- Los días del alción: emblemas, literatura y arte del Siglo de Oro. Olañeta editor. 2002.
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