Queridos hermanos y hermanas:
Confieso que escribí la presente carta semanal dos
días antes de la renuncia del Papa Benedicto XVI. La magnitud de la noticia
hizo que aplazara su publicación. Hoy le doy vía libre como pequeño homenaje a
la persona y al luminoso Magisterio del Papa Ratzinger. Como es sabido, en
noviembre de 2012 aparecía en las librerías el tercer tomo de la obra “Jesús de
Nazareth” dedicado a la infancia del Señor. El primer volumen fue publicado en
la primavera de 2007 y abarca desde el bautismo a la transfiguración; mientras
el segundo, que vio la luz en abril de 2011, comprende el tiempo que media
entre la entrada en Jerusalén y la resurrección.
La trilogía ha sido un 'best-seller' mundial. En los
tres casos ha sido necesario reeditar la obra repetidas veces en las más
diversas lenguas, pues inmediatamente se agotaban los ejemplares. ¿Cuál es la
razón de este éxito, en una época en la que el libro religioso está en franca
regresión en nuestro mundo secularizado? La primera es su autor, Joseph
Ratzinger, el teólogo católico más importante en esta hora, que además era el
Papa, que en este caso abandonaba los géneros literarios habituales del
Magisterio pontificio, para escribir un ensayo teológico personal. Por ello,
como él mismo advierte en el proemio del primer volumen, la obra no es en
absoluto un acto magisterial, sino la expresión de su propia búsqueda del
“rostro del Señor”. Sin desdeñar el estilo literario límpido, la hermosa prosa
del autor y la relativamente fácil comprensión, que pone la obra al alcance del
católico medio, la razón definitiva de su interés es su protagonista, Jesús de
Nazareth, Hijo de Dios, el personaje más importante de la historia, una persona
actual, porque después de consumar la obra de nuestra redención, está sentado a
la derecha del Padre, siempre vivo para interceder por nosotros. Él es el eje
de la fe de la Iglesia.
Con esta obra, el Papa Benedicto XVI ha querido
aproximarnos al Jesús auténtico. Como él mismo declara, hasta los años cincuenta
del pasado siglo, las grandes biografías de Jesús nos mostraban la figura del
Señor, su condición humana, su naturaleza divina y su misterio a partir de los
Evangelios. En los años cincuenta, algunos biblistas católicos comenzaron a
hacer suyas las tesis de la exégesis histórico-crítica protestante, y la
situación cambió radicalmente. Se abrió una profunda sima entre el «Jesús
histórico» y el «Cristo de la fe», llegando a la conclusión de que Jesús, el
hijo de María, es una cosa, y otra muy distinta Cristo, el Señor resucitado,
creído y predicado por la Iglesia, que sería una creación de las primeras
generaciones cristianas. La consecuencia fue que la persona de Jesús, pilar
sobre el que descansa la fe de la Iglesia, se tornó cada vez más incierta e indefinida,
hasta hacer desaparecer prácticamente la realidad histórica de Jesús. El paso
siguiente ha sido la escalada emprendida en los últimos años por algunos
escritores e, incluso, cineastas, que con más osadía que conocimientos, con
mucho oportunismo y escasos escrúpulos, han tergiversado torpemente los datos
de los Evangelios, hasta brindarnos un Jesús irreconocible.
En el volumen publicado en la primavera de 2007, el
Papa confiesa que esta situación es dramática para la fe, porque siembra dudas
y torna incierto el auténtico punto de referencia y el corazón del
cristianismo, Jesucristo, Hijo de Dios, salvador, redentor y Señor de nuestras
vidas. Tales dudas, además, dificultan el seguimiento de Jesús. ¿Quién se va a
decidir a ser su discípulo y a entregar la vida entera a una figura tan
nebulosa? El Papa, con sutileza, maestría y rigor teológico, al mismo tiempo
que nos manifiesta su confianza en los Evangelios, nos asegura que el Jesús que
nos muestran es el verdadero Jesús y que el «Jesús histórico» es una figura
mucho más lógica, convincente y comprensible que las reconstrucciones que se
han hecho en las últimas décadas.
La reafirmación de la historicidad del Jesús de los
Evangelios era vital para la Iglesia, pues como afirmaba Benedicto XVI en su
encíclica Deus caritas est, no se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, Jesucristo, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva. Invito, pues, a todos los fieles de la Archidiócesis,
sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos a una lectura serena y orante de
los tres volúmenes de esta obra extraordinaria. Será una forma muy hermosa de
rendir homenaje a Benedito XVI, un Papa grande, que ha querido compartir con
nosotros sus vastos conocimientos y su rica experiencia espiritual. Estoy
seguro de que nos tocará el corazón y nos ayudará a redescubrir la infinita
hermosura del rostro de Jesús, propiciando el encuentro personal con Él y alentándonos
en el seguimiento ilusionado del Maestro.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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