viernes, 3 de abril de 2020

El testimonio de Monseñor Agrelo

El 25 de julio de 2019 se despidió de la Diócesis de Tánger monseñor Santiago Agrelo, tras permanecer al frente de la misma desde 2008, once años muy fructíferos para la Iglesia peregrina en el norte de Marruecos. Hemos tenido la dicha de compartir este camino de esperanza, que el Papa supo reconocer durante la visita pastoral al país magrebí, a finales de marzo del año pasado. Tal y como él mismo nos relató, en el ameno viaje que compartimos desde Tarifa con nuestro diputado de cultos Manolo García,  aquel encuentro con la comunidad inmigrante en la sede de Cáritas en Rabat le llenó plenamente. 

El Papa tuvo el detalle de reconocer su trabajo y compromiso con los más débiles, siendo la Voz de los Sin Voz, siempre cercano a esta realidad de Cristos vivos y sufrientes, víctimas de un orden mundial injusto y desigual (mientras escribo este artículo han detenido a un compañero camerunés y lo están deportando a la frontera con Mauritania). A todos nos alentaba y comprometía para acoger y atender a la población migrante, que en gran número malviven por amplias zonas del norte del Magreb, especialmente las zonas de Tetuán y Nador. Nos ha hecho madurar desde una fe responsable, encarnada y próxima al padecimiento humano, porque el primer libro de reglas del cristiano es el Evangelio. 

Recuerdo la dicha que tuve cuando le entregué la carta que me dio Pepe Matute para invitarle por vez primera a la función Principal de los cultos de nuestra Hermandad del año 2011, que aceptó enseguida. Estábamos en el cementerio español de Tetuán, en el entierro de la hermana Josefina de las Hijas de la Caridad, se mostró muy atento, le hablaba de la religiosidad popular y del mundo cofrade, mundos desconocidos para él, pero que le ilusionaba conocer de cerca. Para mi familia constituyó una alegría enorme, recuerdo la gran ilusión que tenía mi padre, aquel recibimiento en el puerto de Tarifa y la intensidad emocional de su estancia en casa. Siempre tan sencillo, tan humano, tan profundo, el almuerzo, la sobremesa, su rato en la siesta, la dulzura en el trato y las atenciones con todos.

Estas estampas se volvieron a repetir el año pasado, con la segunda visita, de nuevo los momentos compartidos, mi madre detrás de nosotros para que Monseñor se sintiera a gusto, y el café que compartimos con los miembros de la Junta resultó muy grato y familiar. Qué importante que nuestra Hermandad conserve este sello tan familiar, que forma parte de su esencia, Monseñor siempre me lo comentaba, San Roque como un espacio de encuentro, de reunión interpersonal, de confraternización. 


Me alegraba entrar en su despacho y ver colgada la foto de la Virgen de los Dolores, a la que se encomendaba por los migrantes; es curioso para los que vivimos fuera cómo afloran los sentimientos de nostalgia, no hay nada como salir y extrañar todo aquello que llevamos en las entrañas: familia, Hermandad, pueblo, amigos. Aquella visita con monseñor por las calles de Arahal resultó entrañable, el recibimiento en el Santo Cristo con los miembros de la Junta de la Misericordia, luego en la parroquia con D. Álvaro y miembros de la Junta de Jesús Nazareno, participando de los besamanos de las imágenes. Sin duda se imbuyó de espíritu cofrade, pero también pienso que los demás nos llenamos de su palabra y testimonio, un agrelismo militante del que jamás debemos despojarnos. 

Durante su estancia en Marruecos tuvo que soportar críticas e incomprensiones, enfrentarse a las decisiones gubernamentales claramente anti migratorias, se mostró firme en la defensa de los débiles y no dudaba en acoger a los perseguidos en la Catedral, cada semana llevaba personalmente a los bosques alimentos y mantas, lo que le granjeó desconfianzas por parte de las autoridades marroquíes. Fuerte defensor de los derechos humanos, fiel a su carisma franciscano, ha  sido un Obispo que olía a lana, como le gusta decir a nuestro Papa Francisco. Recuerdo aquella visita que le hice al hospital italiano, tras un desfallecimiento, acompañado de una amiga periodista, y el esfuerzo que hizo por departir con nosotros, quería salir porque habían detenido a varios africanos en el barrio de Bukhalef. 
Para siempre Monseñor Agrelo formará parte de la vida de nuestra Hermandad, sus homilías en nuestro franciscano San Roque debemos conservarlas y tenerlas siempre presentes, como alimento de nuestra vocación cofrade. 

Hemos tenido la dicha de tener entre nosotros a un hombre de Dios, sencillo y humilde, que quiso sentarse en nuestra mesa fraternal y compartir su vida. Si Dios quiere quizá volvamos a tenerlo en San Roque de nuevo, me pidió que rezáramos por él, durante aquel abrazo eterno que nos dimos en su despedida en el claustro del convento de Tánger. Siempre estará en el corazón de muchos de nosotros, y como diría él: “Feliz encuentro con Cristo. Feliz comunión con Cristo. Feliz misión entre los pobres”   

Francisco Jiménez Maldonado


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