San Roque
1631. Óleo sobre lienzo, 213,4 x 144,5 cm
|
En el día de San Roque, os mostramos esta maravillosa representación de Nuestro Sagrado Titular que se conserva en el Muse del Prado de Madrid. Se trata de una obra de José de Ribera, el primero de los grandes maestros españoles de la pintura que surgieron en las décadas centrales del siglo XVII.
Nacido en España, José de Ribera desarrolló toda su actividad profesional conocida en Italia: primero en Roma, y a partir de 1616 en Nápoles, ciudad que era cabeza de un virreinato bajo dominio español. Una parte destacada de su producción llegó a España, tanto a palacios aristocráticos como a las colecciones reales. Entre esas obras se encuentra San Roque, citado en los fondos del monasterio del Escorial desde 1667.
San Roque fue uno de los santos más populares en la Europa
católica durante los últimos siglos de la Edad Media y toda la Edad Moderna,
pues se le consideraba protector contra la peste, una de las enfermedades que
hicieron mayores estragos en el continente. Tradicionalmente se le representa
vestido de peregrino, mostrando en uno de sus muslos una llaga alusiva a la
enfermedad y acompañado por un perro que lleva en la boca un pedazo de pan. Es
el animal que todos los días acudía con ese alimento al lugar donde el santo se
había retirado para evitar contagiar la peste, el mal que él mismo había adquirido
debido a su permanente dedicación a los enfermos. Todos esos elementos aparecen
en el cuadro de Ribera, que nos presenta al santo con el bordón y el sombrero
alusivos a la peregrinación. Su pie derecho y su mano izquierda descansan sobre
sendas superficies pétreas, probable alusión a las relaciones entre su nombre Roque y
la palabra roca.
Forma pareja con la pintura Santiago
el Mayor (P1083), una obra de Ribera con la
que comparte fecha (1631), dimensiones, composición y procedencia. También
tienen en común el hecho de que ambos santos se relacionaban con
peregrinaciones.
San Roque, al igual que Santiago el Mayor, se representa de cuerpo
entero, aislado ante un fondo oscuro y en un contexto pétreo. La perspectiva,
concebida según la visión de abajo a arriba, contribuye a dar monumentalidad a
esta espléndida imagen, que se cuenta entre las figuras de mayor escala
realizadas por Ribera. Está firmada a principios de los años treinta, cuando el
pintor todavía conservaba numerosos rasgos de su tenebrismo inicial, pero ya
iba utilizando una luz más matizada, que modela de forma suave las formas y
volúmenes. A pesar de sus pobres vestiduras y del fuerte realismo con el que
está representado su rostro, Ribera ha logrado dar una apariencia heroica al
santo, a lo que contribuye el potente espacio en el que lo ha situado.
(Texto extractado de Portús, J. en: El
Prado en el Ermitage, Museo Nacional del Prado, 2011, pp.
126-127).
Fuente: www.museodelprado.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.