Señor, Tú
que lloraste junto al sepulcro de Lázaro y que, en su propia agonía acudiste
conmovido al Padre, ayúdanos hoy a decir la oración que nos enseñaste:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oh Señor, Tú
que al descansar tres días en el sepulcro santificaste la tumba de los que
creen en ti, de tal forma que la sepultura no sólo siriviera para enterrar el
cuerpo, sino también para acrecentar nuestra esperanza en la resurrección,
concede a nuestras hermanas Rosario y Rosa descansar de sus fatigas, durmiendo
en la paz del sepulcro hasta el día en que Tú, que eres la Resurrección y la
Vida, las resucites y las ilumines con la contemplación de tu rostro glorioso.
Amén
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