En el Ángelus el Papa, tras recordar el aniversario del inicio de la primera guerra mundial, lanzó un nuevo llamamiento por el fin de las violencias en Medio Oriente, Irak y Ucrania
«¡Deteneos, por favor! Os lo pido con todo el corazón. ¡Es hora de detenerse! ¡Deteneos, por favor!». Cuando el Papa Francisco ayer, domingo 27 de julio, desde la ventana del estudio privado del palacio apostólico, relanzaba este sentido llamamiento a quienes tienen responsabilidad en las atormentadas tierras mediorientales, iraquíes y ucranianas, ciertamente tenía en el corazón las imágenes de esos cientos de niños torturados por la violencia de las guerras en curso. «Hermanos y hermanas —dijo al final con voz grave— ¡jamás la guerra! ¡Jamás la guerra! Pienso sobre todo en los niños, a quienes se les quita la esperanza de una vida digna, de un futuro: niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que tienen como juguetes residuos bélicos, niños que no saben sonreír».
Foto: L'Osservatore Romano |
Y para reafirmar que «todo se pierde
con la guerra y nada se pierde con la paz», hizo referencia a la conmemoración
del centésimo aniversario de lo que Benedicto XV definió «una inútil masacre»,
la primera guerra mundial. Que «desembocó —recordó el Papa— después de cuatro
largos años, en una paz que resultó más frágil». El recuerdo de este drama será «una jornada
de luto», precisó. Y esto debería convencernos, según el obispo de Roma, de no
repetir estos errores, a tener presentes «las lecciones de la historia,
haciendo prevalecer siempre las razones de la paz mediante un diálogo paciente
y valiente».
Y el pensamiento del Pontífice se
dirigió así, naturalmente, a la tragedia vivida por las poblaciones devastadas
por los dramáticos acontecimientos que marcan la crónica de estos días y
también a la aflicción por la suerte de esta gente, que se transformó en la
enésima petición de oración: «Os pido —dijo— que sigáis uniéndoos a mi oración
para que el Señor conceda a las poblaciones y a las Autoridades de esas
regiones la sabiduría y la fuerza necesarias para poder llevar adelante con
determinación el camino de la paz, afrontando toda diatriba con la tenacidad
del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación. Que en el
centro de toda decisión no se pongan los intereses particulares, sino el bien
común y el respeto de cada persona».
Las palabras del Papa en el
Ángelus
28 de julio de 2014
Fuente: www.osservatoreromano.va
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