Queridos hermanos y hermanas:
 
Desde  comienzos de mayo hasta finales de junio, estamos convocados a  presentar  la Declaración de la renta. Contribuiremos así, cada cual en  proporción  a sus ingresos, al bien común y al funcionamiento de los  servicios  públicos que el Estado nos presta. Pagar los impuestos es un  deber  ciudadano. Para los cristianos es un deber moral y de conciencia.  Con  nuestra contribución económica veraz, estamos propiciando la   redistribución de los bienes de la tierra y ayudamos a los más pobres,   que de otra forma no podrían disfrutar de los servicios públicos   imprescindibles.
 
Seguramente todos conocemos personas que defraudan a  Hacienda o que  no contribuyen en la medida que les correspondería. Con  todo, el  comportamiento censurable de algunos no justifica la  inhibición, la  mentira o la ocultación, como tampoco lo justifica el  posible  desacuerdo con el destino que las Administraciones dan a parte  de las  cantidades que recaudan.
 
La liquidación anual de nuestros impuestos nos  brinda la oportunidad  de ayudar a la Iglesia, marcando con una crucecita  la correspondiente  casilla del impreso de la declaración. Con ello,  expresamos nuestra  voluntad de que una pequeña parte de nuestros  impuestos, el 0,7 %, se  destine a la Iglesia católica. En el año 2010 un  43,08 % de los  sevillanos obligados a presentar la Declaración,  marcaron la crucecita a  favor de la Iglesia católica, en total 315.973  personas, 3.269 más que  en el año anterior. En nombre de nuestra Iglesia  diocesana, les  agradezco este gesto que significa elocuentemente su  amor a la Iglesia o  su aprecio del servicio que ésta presta a la  sociedad.
 
Conviene aclarar que marcar la crucecita no supone  pagar más  impuestos. Hemos de hacerlo incluso en el caso de que nuestra   declaración resulte a devolver. Hay que advertir además que existe la   posibilidad de marcar simultáneamente la casilla destinada a “otros   fines sociales”. En este caso son las ONGs para el desarrollo las   destinatarias del mismo porcentaje que percibe la Iglesia. Entre ellas   se encuentran muchas organizaciones católicas que trabajan al servicio   de los más pobres.
 
Hay muchas razones para tomar muy en serio esta  responsabilidad. La  Iglesia es el seno materno en el que hemos sido  engendrados como hijos  de Dios por el bautismo. Ella nos anuncia a  Jesucristo y nos ofrece los  bienes de la salvación, la vida divina, el  perdón de los pecados, el  pan de la Palabra y de la Eucaristía. Ella nos  permite vivir  comunitariamente nuestra fe y es el ámbito natural de  nuestro encuentro  con el Señor. El culto a Dios y el ejercicio de la  religión, por otra  parte, contribuye grandemente al bien común de la  sociedad, pues genera  cohesión social, cultura, civismo y educación;  forma personas honestas  y buenos ciudadanos, favorece el desarrollo  verdadero de las personas y  de los pueblos y es fuente de valores como  la solidaridad, la justicia  y la convivencia pacífica.
 
Es verdad que la Iglesia es una institución de  naturaleza espiritual  en su origen, en su fin y en los medios de los que  se sirve para  alcanzar dicho fin. Pero es también cierto que necesita  medios  económicos para cumplir su misión. Nuestra Archidiócesis necesita   medios para retribuir a sus sacerdotes, asegurar el funcionamiento de   la Curia y los servicios pastorales, cuidar su patrimonio artístico,   construir nuevos templos y seguir haciendo el bien, ayudando a las   misiones, sirviendo a los pobres, a los enfermos, a las personas que   viven solas, a los jóvenes, a los niños, a los ancianos y a las   familias. Especial interés deben suscitar en nosotros nuestros   Seminarios, sobre todo en este año el Seminario Menor, que inauguraremos   en septiembre, y que previamente tenemos que dotar.
 
Invito a los sacerdotes a comentar brevemente en la  Eucaristía de  los próximos domingos el contenido de esta carta semanal,  que dirijo  también a los no creyentes o no practicantes que valoran el  trabajo de  la Iglesia al servicio del hombre. A todos os pido con  humildad y  confianza que marquéis con una cruz la casilla destinada al   sostenimiento de la Iglesia. Los católicos manifestamos de este modo   plásticamente nuestro amor a la santa madre Iglesia y nuestra gratitud   al Señor por el don de la fe. Os invito también a suscribiros con   aportaciones periódicas mensuales, trimestrales, semestrales o anuales   al sostenimiento de la Archidiócesis. Podéis utilizar el boletín que se   os entregará en vuestras parroquias con ocasión de esta campaña.
 
Termino con un texto de San Pablo escrito con  ocasión de una colecta  a favor de una de sus iglesias: “Que cada uno  actúe según el dictado  de su corazón, no de mala gana, ni como obligado,  porque Dios ama al  que da con alegría” (2 Cor 9,7). Si amamos a la  Iglesia, conscientes de  lo que ella es y representa para nosotros, estoy  seguro de que  acogeréis de buen grado mi invitación. El Señor os lo  recompensará.
 
Con mi gratitud anticipada, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla