La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) transcurrió brillantemente durante el pasado mes de agosto en Madrid, como bien sabemos todos. Horas y horas de retransmisión televisiva en directo, infinitas tertulias a través de las ondas, prensa escrita y miles de artículos, ediciones especiales y suplementos… En una palabra, un verdadero despliegue de viejas y nuevas tecnologías de la información, que dieron rendida cuenta de una acontecimiento que superó toda expectativa: la concentración de más de un millón de jóvenes católicos en torno al misterio de la fe, acompañados del Papa y cientos de obispos y sacerdotes durante cuatro jornadas desglosadas en una infinidad de actos de carácter religioso. Un nutrido grupo de jóvenes de nuestra hermandad acudimos junto a otros de las hermandades de Jesús Nazareno y la Esperanza y al querido sacerdote que estuvo el año pasado con nosotros, José Antonio Rivera.
Pero más allá de las cifras, los grandes titulares, las personalidades, lo institucional y los multitudinario, lo realmente novedoso de aquellos inolvidables días residió en el ámbito de lo personal, de la vivencia interior, de lo experiencial, que no fue otra cosa que descubrir el maravilloso regalo que significa ser cristiano en el mundo.
Veréis. Nosotros, los cofrades y todos aquellos que vivimos y cultivamos con intensidad nuestra particular forma de celebrar la Semana Santa, nos falta, a veces, la perspectiva de entronque con la Iglesia Universal. Desgraciadamente, nos retroalimentamos en nuestro pequeño mundo de procesiones, costaleros, exornos varios, esteticismos, puestas en escenas y un larguísimo etcétera de detalles, que obstaculizan e intoxican el proceso de construcción y depuración cristiana en nuestras vidas. En román paladín, hemos convertido la hermandad en un fin y no en un medio, que es lo que simplemente es.
Así que, la JMJ nos ayudó a muchos a abrir los ojos ante algo realmente hermoso, más grande si cabe que nosotros mismos e incluso nuestra hermandad, que la conciencia de pertenecer a la gran familia de los seguidores de Cristo. Nos preguntábamos, ¿qué tengo yo que ver con ese grupo de ruidosos sirios que jaleaban cantos ininteligibles? ¿y con aquellos otros de Fidji, Belice, Georgia, Laos…? Contemplábamos pasmosamente ese auténtico festival de banderas, razas, idiomas, cantos… y ahí se obró el milagro, delante mismo de nuestros ojos: como en un nuevo Pentecostés, todos unidos y conectados a través del cordón umbilical de la fe. Aparcábamos por unos días nuestra corta visión de iglesia local, para abrazar con inmensa alegría, rodeados de otros cientos de miles de jóvenes de más de 200 países, tan exultantes como nosotros, la experiencia de ser iglesia universal. Aún recuerdo con sobrecogimiento, el momento de los diez minutos de estremecedor y absoluto silencio en la adoración del Santísimo en 4 Vientos.
Todos hemos vivido alguna vez la experiencia de masas en conciertos de rock, manifestaciones y concentraciones de diverso pelaje, pero pocas con semejante calado emocional y vivencial. Todos concluimos aquellos agotadores días con un mensaje sencillo a la par que claro: que más allá de las dudas e incertidumbres que la vida nos depare, que más allá de las diferencias, que más allá de los conflictos, siempre es mucho más lo que nos une que lo que nos separa en el seno de la Iglesia.
Romualdo Jiménez Maldonado
Publicado en el Boletín de la Hermandad
Creo que la JMJ MADRID 2011 fue en el mes de agosto en el año 2011. No que estamos en el mes de abril y aun seguimos con la JMJ MADRID 2011.
ResponderEliminarDejar ya la JMJ, que ya es algo pasado.
Como te pones.
EliminarCorrecto, en Agosto de 2011. Y seguiremos teniéndola presente siempre en nuestras vidas.
EliminarMagnífico este artículo de nuestro hermano Romualdo. Por cierto ¿cómo puede molestar a una persona que visita el blog el que se publique en Abril una noticia del mayor acontecimiento de la Iglesia Católica del pasado año? Más aún cuando en el participaron un buen número de jóvenes de Arahal y de nuestra Hermandad.
ResponderEliminarSi nos consideramos cofrades y no nos sentimos Iglesia mal vamos. Cuanto nos queda que aprender...
Todos en nuestra vida tenemos fechas señaladas a fuego, acontecimientos que nos marcaron especialmente y, en muchos casos, nos hicieron cambiar de rumbo o reafirmarnos en nuestras decisiones. Para los que estuvimos en la JMJ sin duada hay un ante y un después en nuestro caminar de fe, una experiencia comunitaria que debe quedar como referente vital para los jóvenes que se plantean el seguimiento de Jesucristo.
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