viernes, 17 de julio de 2015

‘Ante la canonización de Madre María de la Purísima’, carta pastoral del arzobispo de Sevilla

Queridos hermanos y hermanas: ¡Demos gracias a Dios, que es admirable siempre en sus Santos! Con estas palabras prestadas de la liturgia de la Iglesia comienzo esta carta semanal. Sí, demos gracias a Dios porque el próximo 18 de octubre, nuestra Archidiócesis va a vivir un acontecimiento excepcional. En Roma, corazón de la Cristiandad, en el marco del Sínodo de los obispos sobre la familia, el papa Francisco va a presidir la ceremonia de canonización de la beata Madre María de la Purísima, séptima Superiora General de la Compañía de la Cruz, el Instituto fundado por santa Ángela, canonizada en Madrid por el papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.


No hay institución más querida y admirada en Sevilla que la Compañía de la Cruz, que desde las dieciséis casas erigidas en nuestra Archidiócesis, son testigos de la caridad de Cristo, sirviendo ejemplarmente a los más pobres. Su espiritualidad, centrada en la cruz y los consejos evangélicos, se caracteriza por la vivencia alegre de la virtud de la pobreza, la fidelidad a la oración, la mortificación y las obras de misericordia. Su servicio a los necesitados, que siempre tiene una claro marchamo apostólico, se concreta en la asistencia, día y noche, a los enfermos en sus domicilios y en el servicio a los pobres, verdaderos “amos y señores” de las Hermanas de la Cruz, como afirman sus Constituciones. La Congregación acoge también en sus casas a mujeres ancianas y discapacitadas, y en sus colegios de enseñanza infantil y primaria a niñas de familias humildes, a las que brinda una sólida formación humana y espiritual.

Este es el carisma que custodió como oro en paño la Beata Madre María de la Purísima de la Cruz, en el siglo María Isabel Salvat Romero, nacida en el número 25 de la calle Claudio Coello, Madrid, el 20 de febrero de 1926, en el seno de una familia acomodada, que le procuró una esmerada educación. Fue bautizada en la parroquia madrileña de la Concepción. El 8 de diciembre de 1944, a los dieciocho años, ingresó en la Compañía de la Cruz. Tomó el hábito en 1945. Hizo la profesión temporal en 1947 y emitió su profesión perpetua en 1952. Fue superiora de las casas de Estepa y Villanueva del Río y Minas, maestra de novicias y consejera general. Fue elegida Madre General de la Compañía de la Cruz el 11 de febrero de 1977. Murió el día 31 de octubre de 1998.

Quienes la conocieron ponderan su piedad y altísima vida de oración, su austeridad y amor a la pobreza, su alegría, su fidelidad a la Regla hasta en los más mínimos detalles, su amor a los pobres y enfermos, y a las niñas de los internados. De ella han afirmado sus hijas en innumerables ocasiones que «si se perdieran las reglas, sólo con verla actuar se podían escribir de nuevo».

Su proceso de beatificación se desarrolló con una inusitada rapidez. Se abría el 20 de febrero de 2004. El 4 de noviembre de 2005 tenía lugar la clausura del proceso sobre el milagro atribuido a la Sierva de Dios en la persona de una niña de La Palma del Condado (Huelva), Ana María Rodríguez Casado. Aquejada de una grave afección neurológica, su curación se produjo de forma «difícilmente explicable y no previsible» gracias a la intercesión de Madre María de la Purísima. Su beatificación tuvo lugar en Sevilla el 18 de septiembre de 2010, en una solemne ceremonia presidida en nombre del papa Benedicto por el arzobispo Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Cinco años después de su beatificación, Madre María de la Purísima, superiora general de las Hermanas de la Cruz, será canonizada. Será posible gracias al milagro obrado por ella en la persona de un armao de la Centuria Macarena, Francisco José Carretero Díaz, que en septiembre de 2012, con 43 años, sufrió una parada cardiorrespiratoria que lo mantuvo sin oxígeno 25 minutos. Permaneció doce días en coma y despertó gracias a la intercesión de la Beata. El milagro fue reconocido como tal por la Santa Sede el 4 de mayo de 2015.

Madre María de la Purísima de la Cruz es para todos nosotros modelo de fidelidad al Señor y de amor a los más pobres, un referente cercano de lo que debe ser la vida cristiana vivida hasta sus últimas consecuencias. Ella vivió con gran fidelidad su consagración total a Jesucristo, a la Iglesia, a su Instituto y a los pobres. Ella, que vivió entre nosotros hasta hace sólo diecisiete años, nos hace cercano y accesible el Evangelio de Jesús, traduciéndolo y poniéndolo al alcance del hombre actual. Ella nos dice además que también hoy podemos ser santos en Sevilla y vivir con radicalidad nuestra vocación cristiana.

Para todos, especialmente para las Hermanas de la Cruz, mi enhorabuena cordial, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

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