Madre María de la Purísima de la Cruz, (su nombre antes de ser religiosa era: María Isabel Salvat Romero) nació en Madrid el 20 de Febrero de 1926 en la calle Claudio Coello nº 25, en el seno de una distinguida familia de alto nivel social. A los siete días de su nacimiento, el 27 de febrero fue bautizada en la Parroquia de la Concepción, en la calle Goya de Madrid. Sus padres que eran Ricardo Salvat Albert, natural de Málaga y Margarita Romero Ferrer, natural de Madrid, dieron al Señor ocho hijos como fruto de su matrimonio. María Isabel fue la tercera de sus hermanos. Desde pequeña la caracterizó una serena sonrisa que reflejaba la paz de su alma. Se educó en el colegio de las Madres Irlandesas en la calle Velázquez.
Hizo su primera comunión a los seis años, el día 24 de mayo de 1932. Se consagró a la Virgen, como hija suya, el día 10 de diciembre de 1943 a los 17 años. El amor a los pobres y a los enfermos fue lo que le hizo despertar la vocación de Hermana de la Cruz.
El día 8 de diciembre de 1944, cuando tenía 18 años, ingresó en la Compañía de la Cruz. Tomó los hábitos en 1945, profesó temporalmente en 1947 e hizo los votos perpetuos en 1952. Fue culta y distinguida. Hablaba tres idiomas, francés, inglés e italiano. Debido a su piedad, no extrañó a la familia la decisión que tomó de ser hermana de la Cruz.
Fue fiel seguidora de Santa Ángela y observadora intachable de las reglas de vida del Instituto. Por eso, mantuvo intacto el carisma fundacional de la Compañía de la Cruz. Fue elegida Madre General de las Hermanas de la Cruz el 11 de Febrero de 1977, y estuvo en este cargo durante 22 años. Antes había sido: Superiora de las casas de Estepa y Villanueva del Río y Minas, Maestra de Novicias y Consejera de la Madre General.
En su trato con las alumnas era exquisita y brillaban sus virtudes de cristiana. Tanto que sus alumnas comentaban entre sí: “¡qué ganas de ser buenas entran viendo a la Hermana María de la Purísima, parece una santa!”.
Siendo Madre General, fundó las varias casas: Puertollano (1980), Huelva (1982), Regio Calabria en Italia (1984), Cádiz (1984), Lugo (1987), Linares (1990), Alcázar de San Juan (1997).
Fue austera y pobre para sí misma -«De lo poco, poco», solía decir-. Pero tenía un gran corazón para los demás. Madre María de la Purísima se entregó a todos los que la necesitaban, especialmente a las niñas de los internados de las Casas en las que estuvo.
También los pobres y enfermos ocupaban un lugar privilegiado en su corazón. Así, atendía con verdadero cariño a las ancianas enfermas de las «cuevas» de Villanueva del Río y Minas, cuando estuvo allí de superiora. Diariamente, por la mañana, iba hasta las «cuevas» para atenderlas: las lavaba, les hacía la comida, les lavaba la ropa. Y siempre se reservaba los trabajos más duros y penosos.
Gobernó la Compañía con incansable celo y gigante espíritu de Hermana de la Cruz. Su ideal fue hacer vida el carisma de la Santa Madre Fundadora y con su vida sencilla, humilde y llena de fe, supo dar ejemplo. También hacía vivir a las hermanas el espíritu del Instituto en la fidelidad a las cosas pequeñas.
Fue fiel seguidora de su obra, y ha dejado en el corazón de todas sus hijas deseos ardientes de imitar su amor a Dios y a su Santo Instituto.
Falleció el día 31 de octubre de 1998 en la Casa Madre de Sevilla. Cuando supo de la gravedad de su enfermedad dijo con gozo: “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”.
En la cripta de la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz, en el mismo lugar que ocupó durante 50 años el cuerpo de Santa Ángela, descansa el cuerpo de Madre María de la Purísima. Allí la visitan los devotos, cada día más numerosos, que no cesan de encomendarse a ella y pedir favores a Dios por intercesión de Madre María de la Purísima.
El milagro que ha servido para su Beatificación ha sido el de la curación completa y duradera de la pequeña Ana María Rodríguez Casado, de la Palma del Condado (Huelva). Esta niña a la edad de 3 años sufrió una parada cardio-respiratoria debida a la rotura del cable del marcapasos del que es portadora. Como consecuencia del daño sufrido, quedó en estado vegetativo.
Por la intercesión ante Dios de Madre María de la Purísima, a quien su abuela y sus padres la encomendaron, se curó. Los médicos comprobaron su instantánea recuperación y su total restablecimiento, quedando Ana María como una niña normal. Este milagro, detallado minuciosamente por la misma madre de la niña, lo encontramos en el Boletín Informativo de Madre Mª de la Purísima, nº 34 de Enero – Febrero y Marzo del 2010.
Podéis pedir el Boletín Informativo a las Hermanas de la Cruz o descargarlo de la página web: http://www.madremariadelapurisima.org/.
Fuente: www.madremariadelapurisima.org
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